domingo, 8 de enero de 2012

La isla mojada


En el paralelo número 54 sur, meridiano 67 oeste del planeta Tierra se encuentra ubicada una isla que tiene una característica muy particular: de los 365 días que tiene el año, solo cinco son días soleados, 25 son días nublados y el resto son todos días de lluvias. Es decir 335 días en donde la precipitación se hace presente. Un promedio de 11 meses por año en donde los habitantes conviven pasados por agua. Pero lo mas extraño de este lugar no es el clima sino su gente. La isla Malga, o también conocida como "la isla mojada", cuenta con una población estable de 250 habitantes y se extiende a lo largo de 2 kilómetros sobre las aguas azules del océano atlántico sur. Con condiciones climáticas tan adversas podríamos pensar que los habitantes del pueblo viven la mayor parte del tiempo encerrados en sus casas y que solo aprovechan los pocos días nublados y de sol para tomar contacto directo con el mundo exterior. Sin embargo esto no es así, la gente oriunda del lugar pareciera estar acostumbrada a vivir bajo el agua. La lluvia no es una dificultad, por el contrario es el elemento natural y principal de su ecosistema.
El periodista uruguayo Washington Stong, a quien le habían llegado comentarios sobre la existencia de esta porción de tierra tan peculiar, visitó la isla en el año 1993 y quedó deslumbrado con el comportamiento de sus habitantes. Hecho motivador que lo llevó a escribir un libro sobre el estudio y análisis socio-cultural de los malgos, como así se los conoce a los nativos de la isla. En uno de los fragmentos del libro puede leerse claramente "He caminado por las pequeñas calles del pueblo y en todos los rincones se respira aire de mar, un aire que entra en los pulmones sin pedir permiso y que logra oxigenar hasta la célula mas ínfima del sistema bronquial. Sin lugar a dudas, la isla es un lugar maravilloso. Cuando recorro el sendero que nace en el pueblo y veo esas casitas tan sencillas rodeadas de pequeñas montañas descubro algo que es realmente fascinante. Luego al bajar por las colinas que finalmente desembocan en un mar que siempre luce tan azul y solitario encuentro una paz que jamás experimenté en ningún lugar del mundo. El tiempo pareciera detenerse en estas tierras y hasta se tiene la sensación de estar en los confines del fin del mundo. Pero tanta belleza contrasta con el clima de la isla en donde llueve casi todos los días. Clima que trae como consecuencia una población fría y de extrañas costumbres. A decir verdad los malgos no son muy sociables, rara vez entablan conversación con visitantes ajenos a la isla. Dedican la mayor parte de sus días a contemplar la lluvia, porque lo curioso de esta gente es que ellos no ven la lluvia como una desgracia. La gente va a la playa cuando llueve y ninguno se queja de esta situación, sino que por el contrario hay consenso unánime en que cada gota caída del cielo es sinónimo de bendición.”
Con la llegada del 21 de Diciembre comienza el verano y comienza en consecuencia la temporada de tormentas intensas. Hay mitos y leyendas que hablan de la existencia de una nube solitaria que aprovecha la estación del verano para tomarse unas vacaciones y alojarse por 3 meses seguidos en la isla Malga. Es que realmente es así, se instala una nube y son 3 meses en donde cae un promedio de 12 milímetros de agua por día. Sin embargo, la gente de este lugar tiene hábitos muy extraños y pareciera que el verano es la época del año que mas esperan. La rutina típica en uno de estos días consiste en concurrir a las playas, siendo de preferencia las playas de la costa norte de la isla donde las condiciones del viento generan un proceso climatológico que favorece la caída de la lluvia a una mayor intensidad.
Están aquellos que concurren a la playa con una sombrilla y se guarecen del agua debajo de ella. Se ubican a metros del mar y se sientan en una silla a mirar el paisaje. Pueden pasar horas contemplando la lluvia que cae estrepitosamente sobre el océano. A veces suelen cerrar los ojos por unos instantes para apreciar en su totalidad el sonido que provocan las gotas de lluvia que caen sobre la arena. Ocasionalmente y cuando la necesidad se los requiere, salen del círculo de la sombrilla y dejan que su cuerpo sea empapado por la lluvia. Una vez que están totalmente mojados vuelven a esconderse debajo de la sombrilla y nuevamente se entretienen contemplando el horizonte.
Están los otros, a los que podríamos llamar “la mayoría”, que asisten a la playa solamente con su traje de baño y dispuestos a exponerse durante horas al agua de la lluvia. Son aquellos que gustan de mojarse y tener su cuerpo siempre humedecido. Las gotas de lluvia son una especie de medicina natural para este tipo de personas.
Ambos grupos de personas son muy diferentes pero todas concuerdan en un mismo punto: disfrutan y viven con alegría la lluvia que el cielo les regala.
Un dato curioso es que los registros del servicio meteorológico solo han documentado un día de sol en el período estival comprendido entre los años 1910 (fecha a partir de la cual comenzaron a llevarse registros de las condiciones climáticas de la isla) y 2010. Es decir en un lapso de 100 años los habitantes de la isla Malga solamente pudieron disfrutar de un día soleado en verano. Esto ocurrió el día 15 de febrero de 1994. En verdad ese día amaneció nublado y alrededor de las ocho de la mañana comenzó a lloviznar levemente. Dicen los historiadores que las playas estaban colmadas de gente y a las diez de la mañana sucedió lo que nunca había ocurrido en años: el cielo se abrió de golpe y dejó ver un sol radiante y luminoso que en poco tiempo transformó el paisaje marrón de las playas mojadas en un paisaje dorado de finos granos de arena. Fue un día espectacular, el termómetro llegó a marcar 38 grados y hasta las nueve de la noche el cielo se mantuvo despejado.
Ese día fue considerado por el servicio meteorológico nacional como el mejor día de la temporada batiendo record histórico de temperaturas. Sin embargo no fue así para los habitantes del pueblo. Es que aquella vez que apareció el sol, bastaron unos pocos segundos para que las playas quedaran totalmente desiertas. La gente huyó despavorida para sus casas, la alegría se evaporó con los primeros rayos de sol y por primera vez en años de veranos, las arenas fueron solamente ocupadas por sentimientos de tristeza y exasperación.