domingo, 25 de julio de 2010

A la pesca

El atardecer es el momento ideal para salir a pescar. Es que cuando los últimos rayos de sol se esconden en lo mas profundo del alba dando lugar a la apertura de la noche, la marea aquieta sus aguas y se convierte en un ambiente tranquilo. Es en ese preciso instante en el que los peces mas grandes se acercan hacia la orilla en busca de alimento. Esta situación acrecienta las chances de que el pescador alcance mas fácilmente su objetivo, pero lamentablemente no es garantía de resultado positivo alguno. En la pesca uno puede tener a la suerte de su lado o en el extremo opuesto. Aunque no lo crean, teniendo todas estas variables a favor, mas de una vez he caído en el selecto grupo de quienes fueron abatidos por la mala suerte. Recuerdo una tarde de verano, en la que me dirigí hacia la playa que me había recomendado un amigo. Me había comentado que ese sitio era el lugar perfecto para la aventura de la pesca, que los mejores peces se conseguían en esa playa. El lugar de por si, no me decía nada. Era una playa como todas las demás, nada de otro mundo. Quizás, me había generado demasiadas expectativas y eso me jugaba en contra. Lo mismo me suele ocurrir cuando me recomiendan alguna película. Aquellas que se comentan de excelentes terminan desilusionando, mientras que las que se tildan de pasables son las que te dejan boquiabierto. En fin, generar falsas ilusiones no hace mas que opacar la realidad. Así que pensé que tal vez lo mejor no estaba ante la vista de mis ojos, el tesoro se encontraba oculto bajo ese mar y valía la pena quedarse a descubrirlo. Saqué mi equipo de pesca, dispuse todos los elementos sobre la arena y antes de tirar la primera red, hice una pausa para tomar un vaso de fernet. Ya de por si, partamos de la base que la pesca es una actividad que invita a beber unos buenos tragos, y el fernet es mi trago preferido, así que prefiero dedicarle un párrafo aparte.
El fernet es una bebida que proviene de una receta italiana que se elabora con agua, alcohol, azúcar, hierbas aromáticas y caramelo. Debe servirse en vaso de vidrio alargado y se coloca una medida de fernet y tres de gaseosa cola. De ese modo, los ingredientes se mezclan en su dosis justa formando una química cuasi perfecta. Casi me olvido de los mas importante, se debe servir con hielo, es fundamental al punto tal que el trago se termina de tomar y el hielo debe seguir en estado sólido reposando sobre el vaso vacío. Algunos recomiendan prepararlo con la medida de 50 y 50, pero lo cierto es que tengo amigos que lo hicieron de esta forma y terminaron mal. Es que esa es la dosis de quienes intentan ahogar penas y termina conduciendo a un estado de resaca que no hace mas que acechar al cuerpo hacia el terreno de los dolores de cabeza y los mareos constantes.
Una vez calmada la sed, agarré la caña y tiré la primera línea al mar. No hubo que esperar mucho, a los pocos segundo ya había pique. Igualmente, fue una falsa alarma, el pescado que saqué no era de mi agrado, así que luego de analizarlo y jugar un poco, decidí dejarlo ir devolviéndolo al mar.
Volví a tirar la caña y después de un rato (justo cuando comenzaba a aburrirme) hubo otro pique. Cuando empecé a recoger el riel, la intuición me dijo que era una excelente presa. En esos minutos me entusiasmé, me cebé y tuve ante mis ojos al trofeo que llenaría de orgullo hasta al mas humilde de los pescadores. Lamentablemente, cuando ya casi la tenía en mis manos, no sé cómo fue, pero el anzuelo se zafó y todo el trabajo que había hecho no sirvió de nada. De vuelta al casillero cero pero ahora con menos tiempo y con el ánimo por el suelo.
La solución para recuperarme: otro fernet. Luego de esto, salí nuevamente a la cancha. Sin embargo pasó un tiempo largo y no conseguí nada. Fue allí cuando decidí que lo mas conveniente era utilizar otro tipo de carnada si es que esa noche quería comer algo. Pero el cambio de estrategia no me trajo suerte y para colmo cada vez empezaban a caer mas competidores por lo que a mayor cantidad de participantes, menos probabilidad de enganchar un buen pez. Y todo esto me ponía cada vez mas nervioso y ansioso, ver que había personas con elementos y técnicas ridículas y que encima conseguían los mejores peces, era realmente indignante.
Me acuerdo que alguien me convidó con una caipirinha. La caipirinha es la bebida nacional de los brasileros y se prepara con lima, azúcar y aguardiente. Si bien es un trago fuerte, era un trago necesario para poder seguir en pie. Saqué la caña de repuesto y empecé a jugar con dos carnadas. Pero esa noche efectivamente los dioses estaban en la vereda de enfrente. Estoy seguro que esa noche podría haber tenido 50 cañas y todo el mar para mi solo que igualmente me hubiera ido con las manos vacías.
Ya cuando pasaron cuatro horas desde que había llegado, comencé a lamentar no haber tomado el primer pez y ya me conformaba hasta con sacar un bagre. Y ni hablar de una ballena. A pesar de estar prohibido, de haberla conseguido, sin dudas me la hubiera llevado a casa.
Y como quien no quiere aceptar su destino, no me quedó otra alternativa que refugiarme en la bebida. Perdí la cuenta de los tragos y cuando me quise dar cuenta ya todo se había terminado. Desapareció la melodía de la noche y el sol me encandiló de golpe. Tuve que volver a casa y en el camino de regreso solo se escuchaba la voz de mi conciencia que decía: “mas vale pez en mano que ver pasar a cien nadando”. El sábado que viene será mi noche. Es que la pesca es así, a veces se gana y a veces no.